Genealogía: Utsa (abuela), Takutsi Nakawe (madre)
Armas: Ninguna
Hogar: Desierto de Wirikuta
Enemigos: Kaumali
Tukákame es el demonio principal de la mitología otomí y huichol.
Se le consideraba el demonio de la necrofagia, es decir, del acto de alimentarse de los muertos.
Etimología
Del otomí tukákame "demonio."
Genealogía
Hijo de la diosa Takutsi Nakawe y nieto adoptivo por tanto de la diosa Utsa.
Mitos
Tukákame alguna vez fue un hombre quien observaba con envidia cómo los hijos de Utsa, las aves de rapiña, devoraban a los muertos. Los hombres se preguntaban qué hacer con los cadáveres de sus difuntos para evitar que las aves se los comieran y pudieran viajar pacíficamente al inframundo. Tukákame les sugirió que ellos se los comieran pero los hombres pensaron que esto sería una aberración.
Entonces Tukákame sugirió que envolvieran a los hombres en mantas y los enterraran o los llevaran a una cueva donde la diosa Utsa podría encontrarlos, envolverlos en sus capullos y darles así entrada al inframundo. Los hombres agradaron de esta idea y eso hicieron.
Sin embargo, Tukákame iba a la cueva en las noches, o desenterraba a los muertos de donde los habían inhumado, y devoraba su carne hasta dejarlos en los puros huesos, para después volverlos a enterrar de manera que nadie sospechara lo que había pasado. Eso sí, se llevaba uno de los huesos y lo colgaba de su cinturón como trofeo.
Hizo esto por mucho tiempo sin que los humanos sospecharan, aunque los dioses, por su parte, se escandalizaron al ver el comportamiento de Tukákame por lo que enviaron al niño héroe Kaumali a pintar su rostro mientras dormía para que todos supieran que era un demonio con tan solo verlo. Debido a esto, Tukákame dejó de salir durante el día, esperando solamente la noche para actuar.
Siguió devorando cadáveres y cuando el hambre no era saciaba encontraba otras estrategias para hacerse de comida. Tukákame en ocasiones encontraba en el camino a algún incauto, lo invitaba a su casa a comer y le ofrecía sentarse en un banquito, pero dicho banquito estaba maldito. Una vez el invitado se sentaba, no podía volver a levantarse. Tukákame lo dejaba ahí para que muriera de hambre y luego de eso lo colgaba en los árboles, esperando a que el cadáver se pudriera para después devorarlo.
La gente finalmente escuchó de lo que hacía Tukákame y esto hizo que se volviera en el personaje más temido de su cultura.
Algunos poco afortunados lograron huir de sus banquitos pero Tukákame siempre los alcanzaba y como castigo los convertía en tcamókos, ardillas rayadas que esparcían la demencia entre las personas, generalmente en fiestas y borracheras.
Otra leyenda cuenta que una vez un hombre pobre lo buscó para pedirle consejo. Tukákame le sugirió que utilizara xakuamari, caldo de Nixtamal, para curar a la gente y cobrar por ello. Que con las ganancias comprara parejas de animales y trabajadores para ganar así más dinero. Tukákame le indicó que lo hiciera por cinco años y que luego volvería a visitarlo para ver cómo le fue. El hombre así lo hizo. Pasados los cinco años, el hombre sabía que Tukákame iría por él. Su esposa lo tranquilizó y le prometió ayudarlo a quitárselo de encima. Cuando Tukákame llegó a su casa, la mujer abrió sus piernas y le dijo a Tukákame que ella solía ser hombre pero que por andar buscando al otro, este se lo cortó. Tukákame aterrado huyó y jamás volvió a visitar al hombre con el que había hecho el trato.
Se dice Tukákame tiene por mascotas esqueletos vivientes de animales, los que alguna vez habitaron su rancho y él mismo devoró. Vive rodeado de zopilotes y la gente reconoce su andar por el sonido que hacen los huesos que cualgan en su cinturón al chocar unos con otros.
Tukákame le teme al agua y por eso nunca se baña por lo que huele muy mal. También se dice que puede convertirse en lobo.
Después de un tiempo, Tukákame se habría ido a vivir a una cueva de Wirikuta. Habría robado el arbusto 'uxa. Tiene a su servicio a Kwixi, un tecolote blanco que es su mensajero.
Los abuelos Seliakami y Yoawi tienen de labor impedir que Tukákame salga de su escondite. Se le puede ahuyentar con el símbolo conocido como muwieri.
Vestimenta y Apariencia
Esqueleto con la cara pintada como si fuera una máscara. Se dice que lleva alas de zopilote o de murciélago y cuernos en la cabeza. El borde de sus orejas es como una sierra. Tiene ojos saltones, un perico en el corazón y de su cintura cuelgan cadáveres que hacen un espeluznante sonido de maracas.